lunes, 30 de diciembre de 2013

Consideraciones finales sobre el llamado Plan de la Patria


 

El panfleto que he comentado en los artículos anteriores, I al V, ver este blog, termina diciendo:

 

“El contenido del Programa de la Patria intenta interpretar la voluntad de las mayorías populares, pero por más que hayamos podido plasmarla en el texto, sabemos que esto, no es para nada suficiente. Es por ello que a partir de este día, 11 de junio de 2012, y hasta el diciembre próximo, queremos que sea objeto del más amplio y desprejuiciado debate, para que se le agregue, suprima y corrija, para que se le complemente y enriquezca, para que el II Plan Socialista de de la Nación que habrá de regirnos durante el próximo período de Gobierno bolivariano y socialista sea obra genuinamente colectiva, como corresponde en tiempos de revolución.

 
Es un acto del mayor cinismo decir que este panfleto intenta interpretar la voluntad de las mayorías populares. En Venezuela serán muchos los compatriotas sin deseos de superación que disfrutan del saqueo y de las limosnas que el régimen promueve, pero muy pocos quienes desean vivir en comunas, espiándose los unos a los otros, muy pocos quienes aceptan que a los cubanos se les regalen miles de millones de dólares mientras ellos no tienen viviendas, leche o papel tualé.

 Es un acto del mayor descaro decir que se promoverá un debate sobre el panfleto cuando tal debate ni ha existido ni existe. Más que un plan de la patria este ha sido un plan y pá el cuartel.

Es una pretension ridícula decir que el panfleto es una obra genuinamente colectiva, porque es apenas la obra de un pequeño grupo de pseudo-intelectuales a sueldo, quizás cronicamente enratonados, a juzgar por la pobre redacción y la altísima dosis de cursilería contenida en el ladrillo.  

 Más abajo el panfleto agrega:

 Esta propuesta le pertenece al pueblo venezolano, que la ha macerado con sus demandas, con sus sueños, con su resistencia, con sus luchas y victorias. Por eso estamos seguros que sabrá darle forma definitiva, poner los acentos necesarios, imprimirle su aliento y su infinita inspiración.

 
Ni le pertenece al pueblo venezolano que no lo ha leído, ni le pertenece al país, que tiene 30 millones de habitantes – la mitad de quienes se oponen con vigor a las pretensiones del régimen – ni ha sido “macerada” con nuestras demandas. Al contrario, vemos el panfleto como una rídícula imposición. Es un producto, no de nuestros sueños, sino de las pesadillas de los títeres piticubanos que manejan el poder. Se les reventó el cursilómetro con eso de “imprimirle su aliento y su infinita inspiración”, frasecita que parece escrita por Isaías Rodríguez o por Tarek Saab, los poetas de la revolución. 

Mi rechazo a este panfleto se resume sí:

1.    Está mál escrito. Un documento mál escrito revela la mediocridad de sus redactores y defensores

2.     Es muy cursi. La cursilería es un pecado capital en los asuntos de estado. Desde Delpino y Lamas o Cipiano Castro no habíamos visto tanta cursilería relacionada con el poder

3.    Comete el error de trata de convertir en ley un plan, el cual debería ser, por definición, de naturaleza flexible. El régimen se pone una chaqueta de fuerza, obligándose a cumplir metas absurdas, tales como las de regar una cantidad exacta de hectáreas o crear tantos consejos comunales o hacer que un xx% de la población haga turismo

4.    Es un panfleto lleno de contradicciones, como cuando habla de la hegemonía comunicacional a fin de democratizar la información, es decir, cuadrar el círculo

5.    Al pretender ser ley estaría siendo violada al nacer, porque habla de objetivos imposibles de cumplir, tales como las que se refieren a la industria petrolera

6.    Es un panfleto mentiroso, como cuando habla de soberanía alimentaria, independencia financiera, el país como potencia mundial y otras ridiculeces similares, cuando el país se hunde

7.    Está redactado por un grupúsculo y pretende falsamente representar la voluntad de todo un país, el cual está profundamente dividido en dos bloques irreconciliables

8.    El personaje que está en Miraflores quiere imponernos el panfleto como una especie de tablas de la ley simiricuire, porque  representa el testamento politico de un sátrapa que fué un traidor a su pueblo (algo perfectamente documentable).  

 Tengo otras razones pero no deseo cansar a mis lectores. Rechazo este ladrillo como absusivo y como un insulto a la inteligencia de los venezolanos y creo que nadie en su sano juicio debe tomarlo en serio.

 

 

 

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