domingo, 15 de noviembre de 2015

La degradación del pueblo venezolano


Familia venezolana de 1930
La pobreza en Venezuela ha existido a través de su historia y bajo los más diversos gobiernos. Esta es una realidad que continúa durante este siglo XXI, el siglo del socialismo a la Chávez. Lo he constatado así en mis 82 años de vida, durante la cual ya he visto pasar, si recuerdo bien, 18 presidentes y dictadores por el poder ejecutivo (y los que faltan!). También he podido observar que esa pobreza no solo ha variado en intensidad durante estos períodos presidenciales sino que también ha variado en su naturaleza. De manera totalmente empírica puedo decir que, haciendo abstracción de los errores y abusos que pudieran haberse cometido durante esas presidencias o dictaduras, la pobreza en las postrimerías de la dictadura de Gómez y durante las presidencias de López, Medina, Betancourt, Leoni, Caldera y CAP y durante la dictadura de Pérez Jiménez fue una pobreza material de mayor o menor  intensidad pero sin las características de miseria que uno asocia con algunos otros países como India, Bangladesh o algunos países africanos. Inclusive en ocasiones, como fue el caso de las presidencias de Betancourt, Leoni, Caldera y CAP, nos parecía que el país estaba en posición de crear una sólida clase media. A ello contribuyó la inmigración europea llegada durante las décadas de los 40  a los 60, la cual creó con su trabajo  y actitudes una nueva clase de venezolanos de clase media-media que comenzó a darle a Venezuela una fisonomía más ciudadana.
Es a partir de la década de los 90 que algo parece suceder en Venezuela y que comenzamos a ver un deterioro de la calidad promedio del venezolano. No solo su morfología parece cambiar, para hacerse más pícnico, apuntando hacia la obesidad, signo de malnutrición, sino que algunos componentes de su personalidad también cambian. El venezolano siempre ha tenido un lenguaje campechano, llano pero en esta época se va haciendo más vulgar, más grosero, un tipo de lenguaje que corta a través de los estratos económicos y sociales  e incluye hombres y mujeres. La vestimenta se hace más desaliñada y lo que uno recordaba como la habitual elegancia y pulcritud de la mujer venezolana se va convirtiendo en una vestimenta descuidada, con predominio de bluejeans mal cortados que les van dando el aspecto de una hallaca mal amarrada. Ya no hablamos de una pobreza material en el sentido tradicional sino de un fenómeno de empobrecimiento que va afectando las actitudes, el aseo personal, el lenguaje y los modales.
En este punto alguien dirá, no sin cierta razón,: “Gustavo, lo que sucedía era que te estabas poniendo viejo y pretendías que la gente conservara antiguos estándares”.  Digo que no sin cierta razón porque, en efecto, hay un proceso de envejecimiento que nos lleva a pensar que antes la gente se veía mejor, lo cual es “un espejismo, un astigmatismo cultural”. Aun aceptando que esto explique una porción del fenómeno ciertamente no lo explica todo. La sociedad venezolana, mis amigos, se estaba deteriorando. Había más tumusas y barbas sin cuidar, más traseros desproporcionados, más barrigas al aire, en las calles venezolanas. Y en los restaurantes no se podía comer en paz sin tener que oir a las damas, muchas veces encopetadas, de la mesa vecina utilizar un lenguaje de burdel.  Mis amigos me decían: “las palabras no quiebran hueso”. Y es verdad, pero hay palabras que empobrecen el alma. Recordemos a Wittgenstein, quien decía que los límites del lenguaje eran los límites de la mente.
Con la llegada del Siglo XXI nos llegó también un sátrapa incubado en la “Casa de los Sueños Azules”, ese cursi nombre que le han dado a la Escuela Militar de Venezuela, un hombre afligido por intensos traumas de niñez y adolescencia que le inyectaron una carga de resentimiento que se dispuso a cobrarle a la clase media venezolana. El día que parece marcar su determinación a la venganza es el día que no lo dejan entrar a la escuela porque no llevaba alpargatas nuevas, una regla cruel e insensible de la escuela que parece haberlo marcado para siempre. Ello lo llevó, una vez en el poder, a tratar de convertir a Venezuela en un país donde todos los venezolanos tendrían que andar con alpargatas viejas, con todo lo que esa metáfora significa en términos de atraso y desaparición de la clase media por la vía de su nivelación hacia abajo. No se trató ya de sacar a los pobres de la pobreza sino de darle una patada a la clase media para llevarlos grupo de los pobres.

 En esta Venezuela que se inaugura en Enero de 1999 la clase media fue definida como la oligarquía, la cual debía desaparecer. A esa caracterización hecha por Chávez lo ayudó el hecho de que el candidato derrotado por él, Henrique Salas, tenía ojos azules. La elección de Diciembre 1998 rememoró aquella contienda de los años 40 entre Yolanda Leal y Oly Clemente por el Reinado del Deporte. Como en aquella elección, aquí ganó el candidato “del pueblo”, quien antropológicamente se asemejaba más que el adversario al venezolano que se había ido formando morfológica y culturalmente en la década de los 90.  
Lo que ha sucedido en estos 16 años que van del 1999 al 2015 nadie lo hubiera podido imaginar. Dicen ya las mayorías que se trata del fracaso de un régimen, de una falsa “revolución”. Pero creo, ojalá que esté equivocado, que se trata de algo más grave aún. Se trata del fracaso de una sociedad. En estos 16 años la sociedad venezolana, la cual ya había comenzado a deteriorarse hacia el final del siglo XX emprende un trágico viaje hacia la degradación. Es un viaje en un autobús maldito que lleva, primero, a Chávez al volante y, luego, a Maduro. Es un viaje durante el cual el venezolano pobre llega a creer que ahora si está en el poder, con Chávez y que siempre lo estará mientras el comandante eterno esté allí. Para reforzar esa sensación de poder, los pobres reciben subsidios directos, dinero en el bolsillo, promesas de viviendas que siempre se aplazan para mañana y mucho jarabe de lengua. El dinero en el bolsillo no es, sin embargo, la solución estructural para la pobreza. Una vez que cesa el flujo, el pobre se hace aún más pobre, porque se siente burlado.

 La quincalla ideológica populista que Chávez monta se extendió a otros países. El fabuloso ingreso petrolero, más de un millón de millones de dólares, dió para todo. Mientras duró. Mientras Chávez tuvo dinero y poder exigió a sus seguidores lealtad absoluta, hablándoles en el lenguaje vulgar que él asociaba con la “revolución”. Chávez abogó por la supremacía del hombre de color frente al blanco, del pobre frente al rico, del obrero o del buhonero frente al universitario profesional. Esto fue un crimen de magnitud colosal porque fue excluyente. Trató de identificar la pobreza con la virtud (Ser rico es malo) para fines políticos. Ahora sabemos que su familia y sus allegados formaron una aristocracia de la rufianería mientras que él nunca distinguió entre lo que era de él y lo que era de la Nación en materia de dinero (tenía relojes pulsera de $35.000 el muy malandro).

Hoy en día el venezolano que aparece en las fotos, producto de ese viaje maldito es, como dice Francisco Faraco, “un mondongo con patas”. Si queremos tener una prueba de la degradación del lenguaje, solo es necesario ver el video que una venezolana anti-gobierno ofrece sobre sus experiencias en el aeropuerto de Maiquetía.  La manera de hablar de esta joven es tan degradada como la conducta de los guardias nacionales que la obligaron a hacer lo que hizo. No es con esta clase de venezolanos pataleando en el pantano que vamos a salir de abajo como país.

Apreciados amigos y compatriotas
Venezuela está en un punto muy bajo en la escala de la degradación social. La derrota y expulsión de esta pandilla que nos ha conducido allí como país representará solo el inicio de una tarea monumental de reconstrucción física y moral, de regeneración de nuestras actitudes y nuestro lenguaje. Hemos tocado fondo como país y nos enfrentamos a un futuro de trabajo incesante, de dedicación, a fin de rescatar  la Venezuela que un día fuimos. Es una tarea titánica y hermosa.


La apoyaremos hasta el fin de nuestros días. 

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace poco menos de 6 meses, entendí que no me sentía feliz en mi país. Estaba inconforme con muchos asuntos y había caído en la peligrosa situación de acostumbrarme a vivir en un lugar enfermo. He tenido la suerte de estudiar, - mucho, por cierto-, viajar y conocer, y al comparar mi Venezuela con otros países, comprendí que la realidad que vivimos es una injusta pesadilla que no parece tener final a corto plazo.
Antes de sentarme a escribir este artículo, analicé durante varios meses las razones que me impulsaron a emigrar. Quizá este sea un manifiesto, una auto-justificación de mis propios motivos o tal vez el grito de una joven emprendedora que quiere que el mundo conozca la triste realidad que vivimos esta pobre generación de fugitivos. Sea cual fuese el objetivo final de este escrito, mi intención no es juzgar a los que se quedan. Escribo con el corazón abierto y lágrimas en los ojos porque yo decidí irme, porque soy venezolana y todo lo que soy y tengo, se lo debo a mi país.
Todo comenzó cuando entendí que las oportunidades no son sinónimo de hacer dinero. Los que me conocen saben que trabajo desde la universidad. Soy comunicadora social y fotógrafa y desde hace 5 años dirijo mi propio negocio de fotografía, Fotomov. Al principio no fue fácil, como para todo aquel que decide arriesgarse y tener su propia empresa, pero poco a poco, con mucho esfuerzo, fui creando mi cartera de clientes y me enorgullece mucho saber y decir que logré trabajar con más de 2.000 familias, fotografiando eventos culturales de danza, música y deporte. Fotomov en Venezuela tiene “oportunidades”, me va bien, el negocio es rentable. Pero para mí, esto ya no es suficiente.

Anónimo dijo...

En mi opinión, un país generador de oportunidades no sólo te ofrece clientes y dinero. La oportunidad es un ciclo que prosigue con justamente lo que puedes conseguir después de obtener la rentabilidad de tu negocio. Ganar 20.000 Bs. mensuales puede parecer un “sueldazo”, teniendo en cuenta que este monto cuadriplica el salario mínimo. Pero, ¿tenemos oportunidad de ahorrar? ¿es posible adquirir una vivienda propia? ¿podemos invertir nuestro dinero en inmuebles seguros? La realidad es que los jóvenes de esta generación que trabajamos dignamente -dígase sin chanchullos, guisos, vendiendo dólares o enchufados con algún negocio gubernamental- no lo podemos lograr.
"Hacer dinero" se convirtió en un término casi incomprensible para mí. No entiendo qué importancia puede tener ver tus cuentas repletas de bolívares cuando en la puerta de tu casa te pueden asesinar. ¿Es que acaso todo ese dinero puede hacer que se respete el primer derecho humano, el derecho a la vida? ¿el dinero me hace invisible ante aquel a quien no le interesa mi existencia? Aquí expongo mi primera razón al decidir emigrar.
“Chama, por lo menos estás viva”: La inseguridad social

Anónimo dijo...

Yo siento que a mí me botaron de mi país. A mí me gritaron "Aquí no hay oportunidades para ti" -entendiendo que las oportunidades no se basan en tener clientes y hacer dinero únicamente-. Mis papás permanecen en una nación que no les ofrece seguridad para su vejez y sus ahorros se disuelven en visitas efímeras a diferentes ciudades a donde escapamos sus hijos. 


Cuando estaba en la universidad, durante tres años dirigí la organización de ayuda social "Entre Todos". Hicimos muchísimas obras de beneficencia, subimos muchísimo a Petare -uno de los barrios más peligroso del país- y fueron unos años muy enriquecedores socialmente hablando. Sin embargo, llegué al punto donde entendí que hay fuerzas superiores a uno y hay decisiones que no dependen de mí. Hay situaciones que mi altruismo no puede cambiar.

Yo me cansé de no poder confiar en mis hermanos venezolanos, de estar predispuesta a recibir siempre un acto de viveza o desidia. De paralizarme cuando siento la presencia de un motorizado al lado y limitarme a salir de noche siempre acompañada de un hombre -o simplemente no salir-. Me obstiné de mendigar dólares para viajar o comprar artículos que NO consigo en mi país, de ir a Cadivi 29 veces porque el sistema "oportunamente" nunca funciona bien. Ya no aguanto el mal trato de la gente, la violencia y la predisposición. Me rehúso a hacer horas de cola para que me digan en caja cuánto puedo comprar o tener que presenciar episodios violentos entre 2 mujeres por un frasco de acetona.

No aguanto el vagabundismo de la gente, el abuso de los autobuseros -no todos, quedan algunos decentes-, el sobreprecio de los productos, que mi salario valga cada día menos, el miedo con el que vivo, la desidia de los empleados, los huecos en las calles de un país petrolero, las ofensas de nuestros gobernantes a diario por no pensar como ellos, la oposición egoísta e individualista ávida de robar, los boli-chicos y sus trampas, los cadiveros, las muertes cada minuto, la corrupción desbordada, el irrespeto entre nosotros mismos, la basura en las calles, la ausencia de productos básicos... esta lista podría continuar.

Anónimo dijo...

Habrá quienes piensen que este escrito es absolutamente negativo y que soy una nube negra. A Dios doy gracias que aún se me permite escribir lo que pienso. Así como el país está bien mal, aún luchan por sobrevivir las cosas buenas. Yo aplaudo a todo el que se queda a asumir este barranco, que aman al país y quieren trabajar por su recuperación. VALIENTES. Igualmente sería injusto negar la posibilidad de volver porque la vida da muchas vueltas y si me toca regresar, lo haría con entereza. Pero también pienso que todos somos "patriotas" hasta que nos sale una buena oportunidad afuera, y que lance la primera piedra quien no esté de acuerdo conmigo.
Yo me envenené con tanta basura y salí despavorida. Mis hermanos emigrantes quizá tengan un sentimiento similar. No niego que extrañaré muchas cosas, sobre todo el afecto de mis seres queridos que dejo allá. Pero entendí que Venezuela es un territorio nada más, pero que la nación es la gente. Y yo perdí la afinidad con muchos compatriotas.

La vida es una sola y pasa muy rápido. Me tocó nacer en un territorio pero la vida también me enseñó que puedo ser ciudadana del mundo. El cariño a la patria se lleva por dentro y eso no lo perderé jamás. Me seguiré preocupando por quienes se quedan y haré lo que esté en mis manos para colaborar con la salida de estos animales que tenemos como gobernantes. Ahora, en mi vida de emigrante entiendo que las oportunidades –las de verdad- las consiguen quienes con trabajo y actitud positiva abren las puertas que les cerraron en su país.
Venezuela, es hora de decir hasta luego. Gracias por lo bueno: mi educación excepcional, la gente bonita, los atardeceres maravillosos, el calor de tu gente, tus colores y sabores, mis amigos y mi familia amada, y muchas cosas más. Te perdono por lo malo. Te dejaste pisar y maltratar, ahora me toca a mí abrir mis alas en una nación donde respeten mi vida. Amén.


Instagram:
@criseu_says

Adolfo G. dijo...

Estimado Sr. Coronel, espectacular su articulo, como ya es de esperar de Ud.

El video, que a Ud no le gusto, a mi me parecio sensacional. La chica es simpatiquisima, natural y grasiosa. Ella esta escandalizada por el horror de lo que le paso y para mi usa el lenguaje que usa por la bronca que guarda contra el sistema y los guardias que lo implementan. Si hubiera descrito su cuento con un vocabulario de profesor de literatura no tendria el impacto que tiene.

Anónimo dijo...

En este escenario todos tenemos algo que ver, ya sea por acción o por omisión.

Esmeralda dijo...

Etimado Sr. Coronel, tal como usted bien lo reseña la sociedad venezolana ha dado un vuelco hacia la vulgaridad, de la cual va a ser muy dificil salir. Yo soy abogada y viví en los Tribunales durante el litigio este desgarramiento, esta fractura de la dignidad, de la honestidad y sobre todo del mal vocabulario que empezaba paulatinamente a ser usado por las mujeres, la grosería campeaba sin ningun prurito. Cuando llegaron los chavistas fue la debacle, los tribunales se volvieron antros de balurdez donde campea la ineptitud y la falta de respeto, el cambio de los jueces y sus subalternos por una cuerda de sicarios agravó más la situación, yo confieso que despues de más de 20 años de litigio me despedí de los tribunales con mucho pesar. Despues de que Chavez dijo que él robaría para comer o cuando dijo esperame que esta noche te doy lo tuyo y que la gran mayoría del país lo apludió comprendí que estos animales habían llegado para romper los hilos de nuestra sociedad y lo hicieron. Esta mañana oí el cuento de la muchacha de lo que le pasó en el aeropuerto y pensé esto en realidad es muy humillante, nunca debió ocurrir, ella es el resultado de 16 años de podredumbre. Ojala que al país donde vaya se culturice y mejore. Fígese que mal estamos que hay personas que le parece simpatico esa sarta de vulgaridades.

Fabián dijo...
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